Hace unos días, en una pequeña
charca de montaña al lado de la cual aún quedaba algún nevero sin derretir, se apareaban varios sapos comunes (Bufo spinosus).
Normalmente, las hembras son de mayor tamaño que los machos. Éstos tienen
durante el periodo de celo una especie de callosidades en los dedos de las
manos que les ayudan a sujetar a las hembras en el amplexus. Suele haber un
desequilibrio en el número de individuos que se juntan para aparearse, habiendo
muchos más machos que hembras. Por ello la competencia es muy fuerte entre los
machos abundando las peleas y en ocasiones al tratar de acoplarse varios machos
con una única hembra acaban ahogándola o matándola de agotamiento debido al
peso que tiene que soportar.
Los huevos se disponen en
cordones dobles de aproximadamente 1 cm de diámetro y varios metros de
largo. La puesta suele rondar los 2.000 a 5.000 huevos aunque pueden
encontrase algunas de 12.000 huevos. El macho va fecundándolos a medida que salen. Tras entre 5 y 15 días
eclosionan las larvas. El desarrollo de estas oscila entre los 55 y 100 días
dependiendo de diversos factores entre los cuales el más importante es la
temperatura ambiental.
Una vez finaliza el periodo
reproductor llevan una vida más alejada del agua para en otoño empezar a
trasladarse a las zonas donde pasarán el invierno enterrados bajo tierra.
En relación al nombre científico
de la especie, a través de análisis moleculares de ADN se ha llegado a la
conclusión que las poblaciones de sapos del norte de África, la Península
Ibérica y el suroeste de Francia se diferencian de las del resto de Europa y se
denomina a estos Bufo spinosus, quedando
el antiguo Bufo bufo para las poblaciones europeas. También hay caracteres
morfológicos que ayudan a diferenciarlas. Así en Bufo bufo, las glándulas
parotídeas son paralelas y la piel es más fina y lisa, mientras que en Bufo
spinosus, las glándulas son divergentes y la piel es mucho más rugosa.